Más allá de las cuarentenas, el control eficaz de la epidemia requiere la trazabilidad de contactos. Pero, ¿puede reconciliarse esa trazabilidad con la privacidad personal?La TERCERA.COM
Desde que la pandemia se trasladó a occidente, varios expertos la han descrito como una batalla global por la privacidad. En un artículo del Financial Times, el historiador Yuval Harari enmarca la política para combatir el COVID-19 como “una elección entre privacidad y salud”, cuestión en la que ahonda en una entrevista en La Tercera. Del mismo modo, el New York Times publicó un artículo advirtiendo que la pandemia podría “abrir las puertas a formas más invasivas de espionaje gubernamental”. Estos riesgos, por supuesto, son reales. El coronavirus ha sido la excusa para reforzar el control autoritario en lugares como Hungría. Pero también hay alternativas que escapan a esta falsa dicotomía. De hecho, es posible ver este momento histórico no sólo como un enfrentamiento entre la privacidad personal y el control centralizado, sino como una batalla entre formas centralizadas y distribuidas de administrar información. Privacidad distribuida Hoy existen tecnologías que pueden trazar contactos en una pandemia sin incurrir en las invasiones de privacidad que muchos temen. El primer paso en la creación de estas tecnologías es separar el objetivo que se quiere lograr de la data que se pretende acumular. En el caso de la trazabilidad, el objetivo no es centralizar datos de las trayectorias de millones de habitantes, sino que busca notificar a una persona en caso que haya estado en un lugar contaminado o en contacto con un infectado. ¿Pero cómo podemos lograr este objetivo sin violar la privacidad personal? Hoy existen dos tipos de soluciones a este problema. Ambas, involucran el almacenamiento de data de manera local en teléfonos móviles. Esto permite distribuir la base de datos en millones de dispositivos. También, estas tecnologías están basadas en registros que caducan automáticamente en el tiempo, dado que las cuarentenas selectivas no requieren saber dónde estuvo alguien hace muchos meses. Lo que diferencia a los dos tipos de soluciones es si se enfocan en guardar información de los dispositivos que han entrado en contacto (creando una red de “persona a persona”), o en guardar información sobre los lugares donde ha estado un dispositivo (creando una red entre “personas” y lugares). Ejemplos de la primera opción son aplicaciones como Trace Together de Singapur o el proyecto europeo PEPP-PT (Pan-European Privacy-Preserving Proximity Tracing). A través de bluetooth, estas aplicaciones envían un identificador a otros teléfonos cercanos registrando así cada contacto. Este identificador cambia cada vez (como el “digipass” de un banco), ofuscando la asociación entre un identificador y un teléfono. Cuando un usuario de la aplicación resulta infectado, los identificadores asociados a ese teléfono son comunicados a otros dispositivos, los cuales pueden compararlos con sus bases de datos locales y verificar si han estado en contacto con una persona infectada. Así, se logra notificar a quienes estuvieron en contacto con un contagiado, sin la necesidad de centralizar datos o mapear una vasta red de contactos. La segunda opción se basa en mapear trazas geográficas, pero funciona de manera similar. Un ejemplo de esta tecnología es la aplicación Safe Paths del MIT. SafePaths guarda trazas de GPS de manera local en el teléfono por hasta 28 días. Cuando una persona resulta infectada, estas trazas pueden ser comunicadas con otros dispositivos que—usando su base de datos local—pueden chequear si coincidieron en los mismos lugares. Así, se puede notificar a una persona enviando coordenadas espaciotemporales, sin revelar la identidad de la persona infectada. Sin embargo, estas tecnologías no son infalibles. De hecho, están sujetas a limitaciones externas y poseen riesgos tanto tecnológicos como sociales.
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#InfraestructurasCovid, es una Comunidad de voluntari@s, profesionales de las infraestructuras y otros sectores afines -ingenieros, arquitectos, técnicos, etc- colaborando con el objetivo de ayudar y orientar de forma desinteresada y gratuita a los que toman decisiones públicas y privadas sobre infraestructuras durante la crisis, en la fase de recuperación y de cara al futuro. Contamos con el apoyo de asociaciones profesionales y comunidades de usuarios y estamos elaborando una guía para la creación y gestión de la Plataforma Nacional de Datos, que incluye principios técnicos y de gobernanza. Contacta con nosotros: plataformadatos@infracovid.org infraestructurascovid.org +34 913 081 999 Vía LA TERCERA.COM El físico chileno César Hidalgo dice que en Occidente estamos viviendo la “cuarentena del pobre” y usando las mismas técnicas para controlar la pandemia de hace dos siglos: quedarse en casa, con los consecuentes efectos para la economía. Advierte que si no desarrollamos tecnología que permita la trazabilidad, no podremos controlar el virus y que las aprensiones por el uso de datos “tienen mucho de película” El plan del físico chileno César Hidalgo era instalarse a vivir en Toulouse, Francia, en julio de este año. En septiembre de 2019 dejó el MIT, donde trabajó por 10 años por una cátedra ANITI en la Universidad de Toulouse, donde estará a cargo de armar un laboratorio para explorar los usos de la inteligencia artificial en la sociedad. Solo que ahora, en plena pandemia, no está seguro si podrá viajar. O, al menos, cuándo. Desde que el Covid-19 empezó a esparcirse por el mundo a ritmo acelerado, Hidalgo ha estado pendiente de todo lo que sucede y tratando de aportar. A través de Chilecracia, la plataforma de participación ciudadana que estrenó el año pasado, Datawheel, su empresa, ha estado subiendo datos y cruzándolos para observar con mayor detalle cómo avanza el virus en el país. Y lo mismo en Estados Unidos, con DataUSA. Eso, además de algunas investigaciones, proyectos y un libro que está a punto de lanzar sobre cómo los humanos juzgan a las máquinas lo mantienen ocupado en su encierro. Desde el 12 de marzo que está confinado con su familia en su departamento en Boston. Dice que no se la hecho difícil acostumbrarse a este nuevo ritmo. Su empresa se encuentra distribuida en varias partes del mundo, por lo que el teletrabajo es parte de su día a día. Este semestre, además ,no tiene que hacer clases y su oficina está a dos cuadras de su casa. Ahí se escapa de vez en cuando para usar su computador o hacer alguna llamada. Aún así, como experto en tecnología y big data, no esconde su frustración al ver cómo el mundo occidental ha enfrentado la crisis. “Todavía no hemos sido capaces de instalar las tecnologías de trazabilidad de contactos, que es lo que permite hacer cuarentenas mucho más focalizadas. La estrategia de Occidente ha sido bastante pobre: que se queden todos en la casa. Lo que el coronavirus nos ha enseñado es que básicamente tenemos un gran problema de datos, porque la calidad de nuestra estrategia, tanto de salud como de reactivación económica, va a depender de la capacidad de focalizar esa estrategia con datos de alta frecuencia y alta resolución”. "La estrategia de Occidente ha sido bastante pobre: que se queden todos en la casa. Lo que el coronavirus nos ha enseñado es que básicamente tenemos un gran problema de datos, porque la calidad de nuestra estrategia, tanto de salud como de reactivación económica, va a depender de la capacidad de focalizar esa estrategia con datos de alta frecuencia y alta resolución”. Hoy es casi un lugar común decir que la pandemia no solo la combaten epidemiólogos y especialistas en virus, sino también informáticos y expertos en data. ¿Es tan así? La idea de hacer una cuarenta más generalizada, es porque el problema se te fue de las manos y no sabes quién está infectado y quién no. Entonces paralizas todo. Así evitas el contagio y eres capaz de identificar a los contagiados. Pero puedes levantar esta cuarentena, siempre y cuando hayas sido capaz de identificar certeramente a todas las personas infectadas, aislarlas y a quienes estuvieron en contacto con ellas. Lo que nosotros tenemos que resolver ahora es esa segunda parte. En algún momento se va a tener que levantar la cuarentena y vamos a necesitar tecnología que nos permita la trazabilidad, si es que queremos volver a la normalidad. Si no tenemos eso, el virus va a crecer de nuevo y eso va a implicar una nueva cuarentena hasta que haya suficiente inmunidad en la población o hasta que haya una vacuna. ¿Crees que existe la capacidad hoy en Chile para hacer eso? La capacidad de tener datos de mayor calidad depende de la tecnología y nosotros todavía estamos contando las cosas manualmente, lo que hace difícil y casi imposible ir más allá de cientos de casos. Acaba de salir un paper en Science que dice que la trazabilidad sin tecnología va a ser ineficiente al punto que no va a ser útil. Vamos a necesitar nuevas apps para controlar el virus. Y en lenguaje de Chile, ¿dónde están los datos? En Telefónica, en Entel, Claro. ¿Dónde está la autoridad, el liderazgo? Idealmente vendría del sector público. ¿Dónde está la capacidad técnica para desarrollarlas? Si no está en las compañías de telecomunicaciones, sí hay otros informáticos que podrían armarlas. Pero en un ambiente de desconfianza es más difícil juntar las distintas piezas del rompecabezas. En Chile hay muchas críticas de la poca consistencia y los cambios de criterio con el que el Minsal ha entregado los datos. Para mí esto pone en evidencia la falta de capacidad. Y eso lo estamos viendo en varios lugares, no solo en Chile. En Estados Unidos, la mayoría de las fuentes de datos, son de la sociedad civil. El Covid Tracking Project parte de un periodista de The Atlantic y otras personas que están recopilando datos, porque el estado de Massachussets y Washington publican también un PDF al día con una tablita, porque hasta ahí llega su capacidad. Y en Europa es más o menos lo mismo. Occidente está básicamente usando las mismas técnicas de control de epidemias de hace dos siglos: la cuarentena generalizada y que se justifica en la ausencia de la tecnología necesaria para hacer cuarentenas focalizadas. ¿Eso es porque finalmente los gobiernos no se han tomado en serio en tema de los datos para hacer políticas públicas? Me gustaría que fuera tan fácil como eso, pero hay varias barreras que limitan el desarrollo de este tipo de proyectos, incluso cuando los gobiernos se lo toman en serio. Desde un punto de vista contractual, los gobiernos no tienen los instrumentos y vehículos necesarios para poder hacer infraestructura digital de calidad, ni para hacer mantenimiento a los softwares. Y eso lo he vivido en Chile y en otras partes. Por ejemplo, DataChile se entregó al gobierno de Chile a principios de 2018 y no han sido capaces de actualizarlo ni una vez. Y habría sido una infraestructura perfecta para hacer disponibles todos los datos del Covid si hubiese estado activo. Y habría sido aún más poderoso, porque podríamos haber conectado la data de economía, salud, etc. En Corea, en Taiwán o en China también han podido controlar el virus de mejor manera gracias a políticas de vigilancia más estrictas o autoritarias. Creo que hay ciertas diferencias culturales en la visión de la democracia y la sociedad que han permitido tomar caminos distintos. Y no es solo el autoritarismo, porque, por ejemplo, Taiwán es uno de los países más avanzados en gobiernos digitales. Pero hay quizás una visión más tecnocrática y menos política de los gobiernos. Estos se ven como entidades que están al servicio de la sociedad, de la industria y de la tecnología, y donde no necesariamente la elección política está tan orientada a tener una compatibilidad social moral con el electorado, sino una capacidad técnica de distribuir estos servicios de una manera eficiente a la población. En ese contexto, son gobiernos empoderados por su población para tener roles más protagónicos y centrales, y donde la política industrial y la colaboración entre el gobierno y las empresas existe hace muchos años. En Occidente tenemos una visión de gobierno que es menos tecnocrática, más legislativa, política y moral, y en este tipo de asuntos, donde realmente uno necesita un gobierno con una capacidad técnica fuerte, nos falla. CÉSAR HIDALGO: MONOPOLIO DE LOS DATOS, ¿UN NUEVO PODER? VíA LA VANGUARDIA YUVAL NOAH HARARI, HISTORIADOR Y FILÓSOFO. 05/04/2020 La humanidad se enfrenta a una crisis mundial. Quizá la mayor crisis de nuestra generación. Las decisiones que tomen los ciudadanos y los gobiernos en las próximas semanas moldearán el mundo durante los próximos años. No sólo moldearán los sistemas sanitarios, sino también la economía, la política y la cultura. Debemos actuar con rapidez y resolución. Debemos tener en cuenta, además, las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones. Al elegir entre alternativas, hay que preguntarse no sólo cómo superar la amenaza inmediata, sino también qué clase de mundo queremos habitar una vez pasada la tormenta. Sí, la tormenta pasará, la humanidad sobrevivirá, la mayoría de nosotros seguiremos vivos... pero viviremos en un mundo diferente. Muchas medidas a corto plazo tomadas durante la emergencia se convertirán en parte integral de la vida. Esa es la naturaleza de las emergencias. Aceleran los procesos históricos. Decisiones que en tiempos normales llevarían años de deliberación se aprueban en cuestión de horas. Tecnologías incipientes o incluso peligrosas se introducen a toda prisa, porque son mayores los riesgos de no hacer nada. Países enteros hacen de cobayas en experimentos sociales a gran escala. ¿Qué ocurre cuando todo el mundo trabaja desde casa y se comunica sólo a distancia? ¿Qué ocurre cuando escuelas y universidades dejan de ser presenciales? En tiempos normales, los gobiernos, las empresas y los juntas educativas no aceptarían nunca llevar a cabo semejantes experimentos. Pero no son estos tiempos normales. En este momento de crisis, nos enfrentamos a dos elecciones particularmente importantes. La primera es entre vigilancia totalitaria y empoderamiento ciudadano. La segunda es entre aislamiento nacionalista y solidaridad mundial. Vigilancia “hipodérmica” Con el fin de detener la epidemia, toda la población debe seguir ciertas pautas. Hay dos formas principales de lograrlo. Un método es que el gobierno vigile a la población y castigue a quienes incumplan las reglas. Hoy, por primera vez en la historia humana, la tecnología hace posible vigilar a todo el mundo todo el tiempo. Hace cincuenta años, el KGB no podía seguir a 240 millones de ciudadanos soviéticos las 24 horas del día, ni aspirar a procesar de modo eficaz toda la información reunida. Debía recurrir a agentes y analistas humanos y le resultaba sencillamente imposible colocar a un agente tras cada persona. Sin embargo, ahora los gobiernos pueden recurrir a ubicuos sensores y potentes algoritmos, por lo que no necesitan espías de carne y hueso. En su batalla contra la epidemia del coronavirus, varios gobiernos han desplegado ya las nuevas herramientas de vigilancia. El caso más notable es China. Escudriñando los teléfonos de los ciudadanos, haciendo uso de cientos de millones de cámaras con reconocimiento facial y obligando a las personas a controlar su temperatura y situación médica e informar sobre ellas, las autoridades chinas no sólo son capaces de determinar rápidamente quiénes son los posibles portadores del coronavirus, sino también de seguir sus movimientos e identificar a quienes entran en contacto con ellos. Toda una gama de aplicaciones para el móvil advierten a los ciudadanos de la proximidad de personas infectadas. Esa clase de tecnología no se limita a Asia oriental. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu autorizó recientemente el despliegue por parte del Servicio de Seguridad General de la tecnología de vigilancia normalmente reservada a la lucha contra el terrorismo para seguir a pacientes con coronavirus. El correspondiente subcomité parlamentario se negó a autorizar la medida, pero Netanyahu la impuso con un “decreto de emergencia”. Hay que elegir entre vigilancia totalitaria y empoderamiento ciudadano; y entre aislamiento nacionalista y solidaridad mundial Cabría argumentar que todo esto no tiene nada de nuevo. En los últimos años, los gobiernos y las empresas han recurrido a tecnologías cada vez más sofisticadas para rastrear, vigilar y manipular a las personas. Sin embargo, si no tenemos cuidado, la epidemia podría marcar un importante hito en la historia de la vigilancia. No sólo porque cabe la posibilidad de que normalice el despliegue de los instrumentos de vigilancia masiva en países que hasta ahora los habían rechazado, sino también porque supone una drástica transición de una vigilancia “epidérmica” a una vigilancia “hipodérmica”. Hasta la fecha, cuando tocábamos la pantalla del móvil y clicábamos sobre un enlace, el gobierno quería saber sobre qué clicaba exactamente nuestro dedo. Sin embargo, con el coronavirus, el objeto de atención se desplaza. El gobierno quiere saber ahora la temperatura del dedo y la presión sanguínea bajo la piel. El pudin de emergencia Uno de los problemas a los que nos enfrentamos a la hora de comprender en qué punto nos encontramos en relación con la vigilancia es que ninguno de nosotros sabe exactamente cómo somos vigilados ni que ocurrirá en los próximos años. La tecnología de la vigilancia se desarrolla a una velocidad de vértigo y lo que parecía ciencia ficción hace 10 años es hoy una noticia desfasada. Hagamos un experimento mental. Imaginemos un hipotético gobierno que exige a todos los ciudadanos que llevemos una pulsera biométrica para vigilar la temperatura corporal y el ritmo cardíaco las 24 horas del día. Los algoritmos estatales almacenan y analizan los datos resultantes. De ese modo sabrán que estamos enfermos antes incluso de que lo sepamos nosotros mismos, y también sabrán dónde hemos estado y con quién nos hemos reunido. Sería posible reducir de modo drástico las cadenas de infección e incluso frenarlas por completo. Presumiblemente semejante sistema sería capaz de detener en seco la epidemia en un plazo de días. Maravilloso, ¿verdad? El inconveniente, claro está, es que legitimaría un nuevo y espantoso sistema de vigilancia. Si alguien sabe, por ejemplo, que he clicado en un enlace de Fox News en lugar de hacerlo en uno de la CNN, aprenderá algo acerca de mis opiniones políticas y quizás incluso de mi personalidad. Ahora bien, si puede vigilar lo que me sucede con la temperatura corporal, la presión sanguínea y el ritmo cardíaco mientras veo las imágenes, puede aprender lo que me hace reír, lo que me hace llorar y lo que realmente me enfurece. Resulta crucial recordar que la ira, la alegría, el aburrimiento y el amor son fenómenos biológicos como la fiebre y la tos. La misma tecnología que identifica la tos podría también identificar las risas. Si las empresas y los gobiernos empiezan a recopilar datos biométricos en masa, pueden llegar a conocernos mucho mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos, y entonces no sólo serán capaces de predecir nuestros sentimientos sino también manipularlos y vendernos lo que quieran, ya sea un producto o un político. Semejante vigilancia biométrica haría que las tácticas de hackeo de datos de Cambridge Analytica parecieran de la Edad de Piedra. Imaginemos a Corea del Norte en 2030, cuando todos los ciudadanos deban llevar una pulsera biométrica las 24 horas del día. Si al escuchar un discurso del Gran Líder la pulsera capta señales de ira, ya podemos despedirnos de todo. Es posible, por supuesto, defender la vigilancia biométrica como medida temporal adoptada durante un estado de emergencia. Una medida que desaparecería una vez concluida la emergencia. Sin embargo, las medidas temporales tienen la desagradable costumbre de durar más que las emergencias; sobre todo, si hay siempre una nueva emergencia acechando en el horizonte. Mi país natal, Israel, por ejemplo, declaró durante su guerra de independencia de 1948 un estado de emergencia con el que se justificaron una serie de medidas temporales, desde la censura de prensa y la confiscación de tierras hasta unas normas especiales para hacer pudin (no es broma). La guerra de independencia se ganó hace mucho tiempo, pero Israel nunca ha suspendido el estado de emergencia y no ha logrado abolir muchas de las medidas “temporales” de 1948 (clementemente, el decreto de emergencia acerca del pudín se abolió en 2011). Incluso cuando las infecciones por coronavirus se reduzcan a cero, algunos gobiernos ávidos de datos podrían argumentar que necesitan mantener los sistemas de vigilancia biométrica porque temen una segunda oleada de la epidemia, o porque una nueva cepa de ébola se está extiendo por el África central, o porque... ya ven por dónde va la cosa. En los últimos años se está librando una gran batalla en torno a nuestra intimidad. La crisis del coronavirus podría ser el punto de inflexión en ella. Porque, cuando a la gente se le da a elegir entre la intimidad y la salud, suele elegir la salud. La policía del jabón En el hecho de pedir a la gente que elija entre intimidad y salud reside, en realidad, la raíz misma del problema. Porque se trata de una falsa elección. Podemos y debemos disfrutar tanto de la intimidad como de la salud. Es posible proteger nuestra salud y detener la epidemia de coronavirus sin tener que instituir regímenes de vigilancia totalitarios, sino más bien empoderando a los ciudadanos. En las últimas semanas, algunos de los esfuerzos que más éxito han tenido a la hora de contener la epidemia han sido los organizados por Corea del Sur, Taiwán y Singapur. Aunque esos países hicieron uso de las aplicaciones de seguimiento, han confiado mucho más en las pruebas exhaustivas, la información veraz y la cooperación voluntaria de una población bien informada. La vigilancia centralizada y los castigos severos no son la única forma de hacer cumplir unas pautas beneficiosas. Cuando se comunica hechos científicos a la población y ésta confía en que las autoridades públicas les transmitirán esos hechos, los ciudadanos pueden hacer lo correcto sin necesidad de la vigilancia de un Gran Hermano. Una población automotivada y bien informada suele ser mucho más poderosa y eficaz que una población controlada e ignorante. Consideremos, por ejemplo, el hecho de lavarnos las manos con jabón. Ha sido uno de los mayores avances de la historia de la higiene humana. Ese sencillo acto salva millones de vidas todos los años. Aunque es algo que damos por hecho, no fue hasta el siglo XIX cuando los científicos descubrieron la importancia de lavarse las manos con jabón. Antes, incluso médicos y enfermeras pasaban de una operación quirúrgica a otra sin lavarse las manos. Hoy miles de millones de personas lo hacen diariamente, no porque tengan miedo de la policía del jabón, sino porque entienden los hechos. Me lavo las manos con jabón porque sé cosas acerca de los virus y las bacterias, entiendo que esos pequeños organismos causan enfermedades y sé que el jabón puede acabar con ellos. Sin embargo, para lograr tal nivel de conformidad y cooperación, se precisa confianza. La gente tiene que confiar en la ciencia, las autoridades públicas y los medios de comunicación. En los últimos años, los políticos irresponsables han socavado de forma deliberada la confianza en la ciencia, las autoridades públicas y los medios de comunicación. Ahora esos mismos políticos irresponsables podrían verse tentados de tomar la senda del autoritarismo, argumentando que no cabe confiar en que la población haga lo correcto. Si gobiernos y empresas reúnen datos biométricos en masa, sabrán más de nosotros que nosotros mismos Por lo general, una confianza que se ha erosionado durante años no puede reconstruirse de la noche a la mañana. Sin embargo, no son éstos tiempos normales. En un momento de crisis, las mentes también pueden cambiar con rapidez. Podemos mantener amargas discusiones con nuestros hermanos durante años, pero cuando ocurre alguna emergencia descubrimos de repente una reserva oculta de confianza y amistad, y corremos a ayudarnos mutuamente. En lugar de construir un régimen de vigilancia, no es demasiado tarde para reconstruir la confianza de la gente en la ciencia, las autoridades públicas y los medios de comunicación. No cabe duda de que debemos hacer uso también de las nuevas tecnologías, pero esas tecnologías deberían empoderar a los ciudadanos. Estoy a favor de controlar mi temperatura corporal y mi presión sanguínea, pero esos datos no deberían utilizarse para crear un gobierno todopoderoso. Esos datos deberían hacer que yo pueda tomar decisiones personales más informadas, y también que el gobierno responda de sus decisiones. Si pudiera hacer un seguimiento de mi propia situación médica las 24 horas del día, no sólo sabría si me he convertido en un peligro para la salud de otras personas, sino también qué costumbres contribuyen a mi propia salud. Y si pudiera acceder a estadísticas fiables sobre la propagación del coronavirus y analizarlas, me encontraría en capacidad de juzgar si el gobierno me está diciendo la verdad y si está adoptando las políticas adecuadas para combatir la epidemia. Siempre que se hable de vigilancia, debemos recordar que la misma tecnología de vigilancia no sólo puede utilizarse por los gobiernos para vigilar a los individuos, sino también por los individuos para vigilar a los gobiernos. Por lo tanto, la epidemia de coronavirus constituye un importante test de ciudadanía. En días venideros, la elección de todos debería ser confiar en los datos científicos y los expertos en salud, en lugar de hacerlo en teorías conspirativas sin fundamento alguno y en políticos interesados. Si no tomamos la decisión correcta, quizá nos encontremos renunciando a nuestras más preciadas libertades, convencidos de que ésa es la única manera de salvaguardar nuestra salud. Necesitamos un plan mundial La segunda elección importante a la que debemos enfrentamos es entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad mundial. Tanto la propia epidemia como la crisis económica resultante son problemas mundiales. Sólo pueden resolverse eficazmente mediante la cooperación mundial. En primer lugar, para derrotar el virus necesitamos ante todo compartir globalmente la información. Es la gran ventaja de los seres humanos sobre los virus. Un coronavirus en China y un coronavirus en Estados Unidos no pueden intercambiar consejos sobre cómo infectar a los humanos. Sin embargo, China puede enseñar a Estados Unidos muchas lecciones valiosas sobre los coronavirus y cómo tratarlos. Lo que un médico italiano descubre en Milán a primera hora de la mañana puede salvar vidas en Teherán por la tarde. Cuando el gobierno del Reino Unido duda entre diversas políticas, puede obtener consejo de los coreanos que ya se enfrentaron a un dilema similar hace un mes. Ahora bien, para que eso suceda, necesitamos un espíritu de cooperación y confianza mundial. Los países deben estar dispuestos a compartir información de forma abierta y buscar humildemente asesoramiento, y ser capaces de confiar en los datos y las ideas que reciben. También necesitamos un esfuerzo mundial para producir y distribuir equipos médicos; sobre todo, kits de pruebas y respiradores. En lugar de que cada país trate de actuar localmente y acumule todos los equipos que pueda acaparar, el esfuerzo mundial coordinado aceleraría enormemente la producción de equipos susceptibles de salvar vidas y aseguraría una distribución más justa. Así como los países nacionalizan sectores clave durante una guerra, la guerra humana contra el coronavirus nos exige que “humanicemos” las cadenas de producción cruciales. Un país rico con pocos casos de infectados debería estar dispuesto a enviar los preciados equipos a un país más pobre con muchos casos, convencido de que, si más tarde necesita ayuda, otros países se la brindarán. Los países deben estar dispuestos a compartir información de forma abierta Consideremos un esfuerzo mundial similar para reunir personal médico. Los países hoy menos afectados podrían enviar personal médico a las regiones más afectadas del mundo, tanto para ayudarlos en sus momentos de necesidad como para adquirir una valiosa experiencia. Si más adelante el foco de la epidemia se desplaza, la ayuda podría empezar a fluir en la dirección opuesta. La cooperación mundial es esencial también en el frente económico. Dada la naturaleza global de la economía y las cadenas de suministro, si cada gobierno obra por su cuenta haciendo caso omiso de los demás, el resultado será el caos y el agravamiento de la crisis. Necesitamos un plan de acción mundial, y lo necesitamos sin tardanza. Una parálisis colectiva se ha apoderado de la comunidad internacional. No parece que haya adultos en la sala Otro requisito es alcanzar un acuerdo mundial sobre los viajes. La suspensión de todos los viajes internacionales durante meses causará tremendas dificultades y obstaculizará la guerra contra el coronavirus. Los países deben cooperar para permitir que al menos un pequeño grupo de viajeros esenciales sigan cruzando las fronteras: científicos, médicos, periodistas, políticos, empresarios. Se puede conseguir mediante un acuerdo mundial sobre preselección de viajeros en el país de origen. Si sólo se permite subir a un avión a viajeros cuidadosamente seleccionados, se estará más dispuesto a aceptarlos en el país de destino. Por desgracia, los países apenas toman hoy alguna de esas medidas. Una parálisis colectiva se ha apoderado de la comunidad internacional. No parece que haya adultos en la sala. La celebración de una reunión de emergencia de los dirigentes mundiales para trazar a un plan de acción común habría sido deseable hace ya muchas semanas. Sólo a mediados de marzo lograron los dirigentes del G-7 organizar una videoconferencia, sin que por otra parte saliera de ella ningún plan en ese sentido. En anteriores crisis mundiales (como la crisis económica de 2008 y la epidemia del ébola de 2014), Estados Unidos asumió el papel de líder mundial. Sin embargo, el actual gobierno estadounidense ha renunciado a la labor de liderazgo. Ha dejado bien claro que la grandeza de Estados Unidos le importa mucho más que el futuro de la humanidad. Esa administración ha abandonado incluso a sus aliados más estrechos. Cuando prohibió todos los viajes procedentes de la Unión Europea, ni siquiera se molestó en notificarla con antelación, y mucho menos en llevar a cabo una consulta sobre una medida tan drástica. Ha escandalizado a Alemania ofreciendo supuestamente mil millones de dólares a una empresa farmacéutica de ese país para comprar los derechos monopólicos de una nueva vacuna contra la covid-19. Incluso si el actual gobierno estadounidense cambiara finalmente de rumbo y presentara un plan de acción mundial, pocos seguirían a un dirigente que nunca asume ninguna responsabilidad, nunca admite ningún error y que acostumbra a atribuirse siempre todos los méritos y achacar toda la culpa a los demás. Toda crisis es una oportunidad: esperemos que la actual epidemia contribuya a que la humanidad se dé cuenta del peligro que supone la desunión Si el vacío dejado por Estados Unidos no es ocupado por otros países, no sólo será mucho más difícil detener la actual epidemia, sino que su legado seguirá envenenando las relaciones internacionales en los próximos años. Sin embargo, toda crisis es también una oportunidad. Esperemos que la actual epidemia contribuya a que la humanidad se dé cuenta del grave peligro que supone la desunión mundial. Debemos tomar una decisión. ¿Viajaremos por la senda de la desunión o tomaremos el camino de la solidaridad mundial? Elegir la desunión no sólo prolongará la crisis, sino que probablemente dará lugar a catástrofes aún peores en el futuro. Elegir la solidaridad mundial no sólo será una victoria contra el coronavirus, sino también contra todas las futuras crisis y epidemias que puedan asolar a la humanidad en el siglo XXI. --- Libros del autor. (WEB) VÍA LA VANGUARDIA
Los comentarios por las redes sociales debían de echar humo en los últimos meses del año pasado. Alertaban de que algo estaba pasando en Wuhan. Muchos vecinos de esta ciudad china de 11 millones de habitantes comentaban que se encontraban mal, tosían y tenían fiebre. ¿Qué estaba pasando? Ellos todavía no lo sabían. Pero el programa diseñado por la start-up canadiense Blue Dot´s lo descubrió. Seguro que esos “no me encuentro bien”, “algo me pasa” o “estoy enfermo” fueron algunos de los más de cien conjuntos de datos analizados por los algoritmos de la start-up para concluir que estaba brotando una nueva enfermedad infecciosa en la capital de la provincia de Hubei. Y lo desveló antes de que las autoridades chinas y la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertaran al mundo del coronavirus Covid-19, convertido hoy en pandemia global. Blue Dot´s, que también predijo el brote de Zika en Florida (Miami) seis meses antes de que ocurriera, está, como otras muchas compañías, en el frente de la inteligencia artificial y el big data contra el coronavirus. Es una, pero hay muchas más. Aquí no están todas las que son, pero son todas las que están. Veamos. Nuria Oliver, científica de datos, recuerda cómo en 2009 analizó datos agregados y anonimizados de la red de telefonía móvil para medir el impacto que tuvieron las drásticas medidas que adoptó el Gobierno de México (similares a las tomadas hoy por España e Italia) para frenar la pandemia de la gripe A. Han pasado muchos años y, desde entonces, el uso de smartphones se ha generalizado hasta convertirse hoy en un apéndice más de nuestro cuerpo. Se han convertido así en una mina de datos sobre sus usuarios. Lo saben todo de nosotros. China vs Estados Unidos. En China, donde no hay prácticamente ningún momento de la vida cotidiana que no esté sometido a vigilancia digital, los han utilizado para controlar a toda su población . Por ello, Oliver defiende el uso agregado (agrupando datos de miles de personas) y anonimizado (eliminando cualquier información personal) de los datos de nuestros móviles contra la pandemia para “inferir puntos calientes de población, calcular matrices de origen y destino, detectar los flujos de población entre diferentes zonas geográficas y trazar su movilidad”. Este es el objetivo del anuncio realizado el pasado jueves en Bruselas: Telefónica y otros siete operadores de telecomunicaciones proporcionarán datos de localización de sus usuarios de teléfonos móviles a la Comisión Europea para facilitar el seguimiento de la expansión del coronavirus. El análisis de todos estos datos, explica Oliver a La Vanguardia, permite predecir “cómo de rápido se puede propagar el virus” y cuándo se hace necesario “realizar intervenciones destinadas a reducir la movilidad”, como ocurre ahora en España, Italia, el Reino Unido o Estados Unidos. Estados Unidos crea una app similar a las asiáticas pero garantista con los usuarios para contener la pandemia Si en China, en un uso controvertido de la tecnología y la inteligencia artificial, se utiliza el sistema de reconocimiento facial y un sofware de detección de temperatura para identificar a las personas que podrían tener fiebre, o en Corea del Sur la app Corona te avisa a 100 metros de distancia si hay alguien infectado cerca, en Estados Unidos se está creando una aplicación similar a las asiáticas, pero garantista con los derechos individuales y la privacidad. Oliver explica que la app se llama Safepaths y es desarrollado por el MIT, la Universidad de Harvard y Facebook. “La contención, estrategia clave para detener rápidamente una epidemia, requiere una rápida identificación y cuarentena de los individuos afectados, la determinación de con quien ha tenido contacto en los días y semanas anteriores y los lugares que ha visitado”, explican desde Safepaths. Apps en España. También en España se han creado apps para seguir la evolución del coronavirus y atender a los afectados. Es el caso de Stop Covid Cat 19 , que contribuirá a detectar la enfermedad, hacer un seguimiento de los pacientes, ver cómo evoluciona la pandemia en Cataluña -creará mapas de calor a nivel general y localizados por población- y favorecer mejor la toma de decisiones. En Madrid se ha creado coronamadrid.com , una web que se convertirá en aplicación, que solicita como la anterior consentimiento para conocer la localización del usuario, y ofrecerá medidas preventivas y de evolución en cada momento. Los algoritmos analizan 29.000 informes sobre la Covid-19 para saber cómo es y combatirla “Hay un increíble volumen de datos en los medios de comunicación, en las redes sociales, en los blogs, en las búsquedas de Google, etcétera”, dice John Brownstein, director de Innovación de la Facultad de Medicina de Harvard y experto en Minería de la Información, que pueden ser útiles en la lucha contra el coronavirus. Y ahí están la inteligencia artificial y sus algoritmos para analizarlos. Después del proyecto de colaboración anunciado por la Casa Blanca el pasado 16 de marzo con las compañías tecnológicas, el Departamento de Investigación de Microsoft, la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos y el Instituto Allen para la Inteligencia Artificial, es lo que se va a hacer, por vez primera, con los 29.000 informes sobre la Covid-19 elaborados desde que se descubrió el brote. Con la esperanza de que el uso de la inteligencia artificial acelere los conocimientos sobre el nuevo virus y abra vías para combatirlo lo más rápidamente posible. Google y la nube. La división Deep Mind de Google ha utilizado sus últimos algoritmos y su poder de computación para intentar comprender las proteínas que podrían formar el virus, y ha publicado sus hallazgos para ayudar a las farmaceúticas a proporcionar tratamientos. Una start-up reorienta su capacidad predictiva para proponer medicamentos contra el coronavirus Benevolent, que utiliza la inteligencia artificial para desarrollar medicamentos para las enfermedades más complejas, está concentrando ahora sus esfuerzos en el coronavirus. Es la primera vez que esta compañía orienta su producto a una enfermedad infecciosa. A las pocas semanas de conocerse el brote, Benevolent ya utilizaba su capacidad predictiva para proponer medicamentos que podían ser útiles. Como su velocidad para ejecutar cálculos y modelar soluciones es mucho más rápida que el procesamiento habitual, los investigadores están utilizando los recursos de computación en la nube y las supercomputadoras de varias empresas tecnológicas para acelerar el desarrollo de una vacuna, que ya se anuncia para 2021. El momento de la robótica. Centros de todo el mundo están recurriendo a nuevas tecnologías para aligerar la carga de trabajo, ya sea ayudando a acelerar los diagnósticos o permitiendo a los médicos monitorizar a los pacientes de forma remota. Infervision, una start-up que diseñó una herramienta de inteligencia artificial para diagnosticar el cáncer de pulmón a partir de tomografías computarizadas, ahora la está utilizando para detectar la Covid-19. La lectura manual de una tomografía computarizada puede durar 15 minutos, la herramienta de Infervision puede procesarla en 10 segundos. La start-up Tytocare, que tiene su sede en Nueva York e Israel, ofrece a sus pacientes una serie de herramientas para realizar un examen remoto con su médico. El kit incluye un estetoscopio que permite al doctor escuchar el corazón y los pulmones del paciente y herramientas para enviar imágenes de sus oídos, garganta y piel. Drones para trasladar pruebas, robots para esterilizar hospitales o médicos por control remoto evitan contactos y contagios También han sido utilizados drones policías para vigilar o apercibir a los ciudadanos que no respetaban las medidas del estado de emergencia, como ha ocurrido en el Paseo de los Ingleses de Niza, o como medio de transporte para trasladar pruebas sanitarias, como lo han hecho entre el centro de control de enfermedades del condado de Xinchang y el Hospital del Pueblo. O Robots para limpiar, esterilizar o distribuir alimentos en hospitales y reducir así el contacto entre humanos y evitar contagios. Inteligencia artificial y big data se están revelando como instrumentos esenciales para analizar y descubrir cómo es y actúa este enemigo desconocido y hallar lo antes posible un antídoto al Covid-19, que ha venido para quedarse. Vía EL PAIS. Un grupo de empresas se coordina desde el pasado jueves para lanzar una aplicación que ayude a aliviar las llamadas de emergencia por casos de coronavirus, según han confirmado a EL PAÍS varios de sus promotores. El modelo es una app coreana que permite contrastar síntomas, preparar una cita para el test y ayudar luego con el tratamiento a seguir sin colapsar líneas telefónicas. La primera versión de la aplicación, cuyo nombre aún no ha trascendido, estará disponible a partir de mediados de esta semana en Madrid. Para el resto de España podrá estar a punto a principios de la semana próxima. La labor corre a cargo de los equipos de desarrollo y diseño de CARTO, ForceManager y Mendesaltaren, tres empresas tecnológicas españolas, con el apoyo de las corporaciones Telefónica, Ferrovial, Google y Goggo. El Gobierno se ha sumado, a través de la secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, al desarrollo para coordinar la parte técnica del proyecto y asegurar su funcionamiento en todo el territorio nacional. CARTO collaborates on 'AsistenciaCovid19' App against Coronavirus AsistenciaCovid19 is a new web and mobile application recently released by the Community of Madrid and created by a number of technology companies in a matter of days to help combat the spread of COVID-19. The effective use of technology by China and South Korea has been one of the key success factors in managing the crisis, in particular by being able to track the symptoms of its citizens. This helps to reduce the pressure on emergency systems and track the status of symptoms when people are taking care of themselves at home. Importantly, it also provides a method to understand the pandemic from a spatio-temporal perspective - which is precisely where CARTO brings value. Alongside extending our grants program to those requiring a visualization platform, the team has been hard at work over the last five days to create both a set of apps to collect the data from citizens and a spatial backend to store the data and perform the analysis. CARTO has collaborated with two other Spanish technology companies, ForceManager and mendesaltaren, with additional support from Telefónica, Ferrovial and Google. INNOVADORES (La Razón)
Contención. Esa es la mejor estrategia para frenar la expansión del coronavirus. No se trata únicamente de reconocer a las personas infectadas, sino de identificar con quién ha estado en contacto o se ha cruzado. Esa información puede ayudar a gestionar de forma controlada la pandemia, focalizando las pruebas y desinfectando solo los lugares que son necesarios. Podríamos mirar hacia otros países que ya han demostrado la eficacia de este tipo de actuaciones, como China, pero de poco serviría. En este caso, el Gobierno extrajo este tipo de datos directamente de los móviles de los ciudadanos, una práctica impensable en EEUU y Europa por su intrusión en la privacidad de las personas. Investigadores del MIT, Harvard o de la Clínica Mayo, junto con desarrolladores de Facebook y Uber, han ideado una posible solución. Se trata de la aplicación gratuita y de código abierto Private Kit: Safe Paths, que rastrea dónde ha estado el usuario y con quién se ha cruzado para ayudar a ralentizar la propagación del Covid-19. La diferencia es que la información personal sobre la localización sólo se comparte preservando la privacidad. ¿Cómo? Primero, reemplazando el almacenamiento centralizado de los datos sensibles por el almacenamiento por tiempo limitado en el propio dispositivo del usario. Segundo, preguntando a la persona si da su consentimiento para compartir su información. Y tercero, abriendo su código al mundo para dar "confianza" "Private Kit: Safe Paths aprovecha las ventajas de varios modelos de tecnologías de seguimiento de los contactos al mismo tiempo que mitiga los retos de estos sistemas", comentan los desarrolladores. "Más importante, elimina el riesgo de la vigilancia gubernamental". ¿Cómo funciona? La aplicación permite al usuario registrar su localización en el móvil. Si la persona está infectada puede compartir los movimientos con las autoridades sanitarias, "reemplazando un proceso que hasta ahora solo podía hacerse con la memoria". Además, la app ofrece al usuario información sobre si se ha cruzado con alguien con coronavirus. Y si ha estado en contacto muy cerca, directamente le envía una notificación, sin que entre en juego un tercer actor como un gobierno. Según sus creadores, esta fórmula permitiría cerrar y desinfectar zonas concretas. "La implementación de tecnologías de registro de los contactos en una comunidad podrían aumentar la seguridad de todos, así como contener los brotes del virus más rápido", dicen. El principal hándicap es que los resultados únicamente serían válidos si la aplicación consigue suficiente masa crítica. También podría generar una especie de falsa seguridad, ya que la app solo avisa de dónde ha estado el virus, no de dónde está en tiempo real. Acceso a la APLICACIÓN En EL PAIS Valencia prepara un proyecto pionero con datos de móviles para trazar el movimiento del coronavirus. Y NOMMON estudia la Movilidad en MADRID (abajo) La Comunidad Valenciana prepara desde hace al menos una semana un proyecto con datos de móviles para conocer mejor la situación del coronavirus en su territorio. Los objetivos prioritarios de la autoridades locales son al menos tres: saber cómo se cumplen las restricciones de movimiento, buscar los puntos calientes para asignar mejor los recursos y entender mejor la movilidad de la población y por tanto del virus durante todo el periodo. Los datos son anónimos y agregados y procederán de operadoras, que son las encargadas de procesarlos. “Los datos de movilidad real pueden ser muy importantes para nuestros modelos epidemiológicos, sabiendo que en la Comunidad Valenciana estamos en un territorio caracterizado por la alta movilidad, sobre todo en los últimos días”, explica Ana Berenguer, directora de Análisis y Políticas Públicas de Presidencia de la Generalitat Valenciana. “Hemos visto sobre todo en el fin de semana una aceleración en el número de infectados y nuestra hipótesis es que está vinculado a la alta movilidad procedente de fuera de la Comunidad”, añade. Además de aclarar el origen, los datos de movilidad son básicos para comprobar ahora cuánto se ha reducido la movilidad. La Organización Mundial de la Salud recomienda un descenso drástico de la movilidad y la reducción de contactos en un 75% para que sea significativo para frenar la pandemia. Los datos permitirían también comprobar dónde hay aún aglomeraciones de individuos para limitar los focos de contagio o puntos calientes. El Instituto Nacional de Estadística lanzó un proyecto similar hace unos meses para entender cómo se movían los españoles. Los datos estaban reunidos para celdas de al menos 5.000 personas. La decisión provocó una polémica malentendida sobre privacidad. Ahora Valencia retoma e impulsa localmente esa idea con un objetivo mucho más concentrado. Esta información no es individual ni depende de rastrear el movimiento y los contactos de cada persona que ha dado positivo, como ha ocurrido con apps de algunos países asiáticos. Italia, Alemania y Austria han empezado con operadoras como Deutsche Telekom, Telecom Italia, Vodafone o A1 Telekom Austria a emplear servicios parecidos. En España, Álvarez Pallete, presidente ejecutivo de Telefónica, escribía la semana pasada: “Hemos puesto a disposición de las Administraciones Públicas y las Instituciones sanitarias nuestros servicios y capacidades para ayudar a contribuir a los esfuerzos para contener el brote: capacidades de Big Data y de gestión de datos anonimizados y agregados de nuestra red, datos de movilidad”. Hasta ahora no había trascendido ninguna iniciativa particular: “Aun no se ha concretado ningún proyecto”, decían este jueves fuentes de la compañía. Hace años que científicos de datos reclaman un uso consensuado y razonable de estos datos agregados para ayudar en decisiones de políticas públicas. “Estamos en 2020, nos enfrentamos a esta pandemia y no estamos aprovechando la cantidad de datos que hay sobre el comportamiento humano”, dice Nuria Oliver, científica de datos, jefa en Data-Pop Alliance e impulsora del proyecto valenciano. Un impulso personal “Me empecé a mover la semana pasada. No podía más, éticamente sentía que debía intentarlo”, explica Oliver. “Contacté con la administración nacional y la Generalitat valenciana, con antiguos investigadores y con colegas en empresas de telecomunicaciones, escribí un artículo para EL PAÍS”, añade. Como en el caso de la app sobre el coronavirus, la iniciativa privada y una buena recepción en una administración pública ha provocado un avance. Oliver se encontró con un planteamiento muy receptivo en Valencia: “Desde la Generalitat se ha hecho un esfuerzo interdepartamental para impulsar el análisis de datos y apoyar la toma de decisiones tan fundamental en las próximas semanas”, explica Berenguer. El proyecto se enmarca dentro de un plan de inteligencia artificial promovido por el gobierno autonómico. En regiones como la Comunidad Valenciana, que tanto dependen del turismo, un parón veraniego completo sería devastador. La buena recepción en proyectos de datos no es algo tan común en la administración pública. Las empresas que tienen esos datos no han encontrado a menudo en las autoridades socios con la capacidad y las ganas de crear acuerdos estables. La supuestas falta de recursos y el temor a quejas por falta de privacidad –razonable en otros casos– ha causado que se encallen estas soluciones una vez y otra. Ahora ha llegado el día en que estos datos ayudan a salvar vidas y pocos saben a quién llamar. El coronavirus puede suponer un hito en el uso del llamado big data desde gobiernos de todos los niveles. ¿Qué son las matrices de movilidad origen destino que tanto pueden ayudar? Hacen una estimación de los flujos de movilidad entre distintos municipios, provincias, comunidades autónomas o países. “Esto es importante porque una enfermedad infecciosa no se extiende si la gente no se mueve. Saber por dónde la gente se mueve es valioso para saber cómo se propaga y en qué zonas lo hace”, explica Oliver. “Si ya tienes un modelo hecho puedes hacer simulaciones y escenarios en función de diferentes estrategias de contención de la población: qué pasaría si se reduce la movilidad de la población en un determinado porcentaje y ves si aún hay demasiados infectados o no”, explica. En un trabajo previo en México sobre la gripe A, Oliver comprobó que las recomendaciones a la población no sirven para nada. El único método ahora es que la gente se quede en su casa. “Las recomendaciones son la cosa más inútil que se puede hacer. Todos piensan que son para su vecino, no para ellos. Todos pensamos que tenemos motivos más importantes, que nuestra vida es más importante, que no nos vamos a contagiar. Lo que sirve son intervenciones obligadas y monitorizadas”, dice Oliver. “Ahora el único recurso es que la gente se quede en casa”, añade. Trabajo de NOMMON sobre MADRID. ENLACE:. La movilidad en Madrid se redujo más de un 25% el viernes previo a la declaración del estado de alarma Nommon lanza un estudio con datos anonimizados de telefonía móvil para analizar los cambios en la movilidad de la población durante la crisis del COVID-19. La empresa pone sus herramientas de análisis al servicio de las administraciones públicas para contribuir a la gestión de la crisis. Contacto: José Manuel Velasco (jmvelascoguardado@gmail.com. El gobierno chino pone a disposición del mundo su Manual de Prevención y Tratamiento del COVID19.
MANUAL Enlace: https://covid-19.alibabacloud.com Resources Sharing In order to win this inevitable battle and fight against COVID-19, we must work together and share our experiences around the world. The First Affiliated Hospital, Zhejiang University School of Medicine has treated 104 patients with confirmed COVID-19 in the past 50 days, and their experts wrote real treatment experience night and day, and quickly published this Handbook of COVID-19 Prevention and Treatment, expecting to share their invaluable practical advice and references with medical staff around the world. This handbook compared and analyzed the experience of other experts in China, and provides good reference to key departments such as hospital infection management, nursing, and outpatient clinics. This handbook provides comprehensive guidelines and best practices by China's top experts for coping with COVID-19. This handbook, provided by the First Affiliated Hospital of Zhejiang University, describes how organizations can minimize the cost while maximizing the effect of measures to manage and control the coronavirus outbreak. The handbook also discusses why hospitals and other healthcare institutions should have command centers when encountering a large-scale emergency in the context of COVID-19. This handbook also includes the following: Technical strategies for addressing issues during emergencies. Treatment methods to treat the critically ill. Efficient clinical decision-making support. Best practices for key departments like inflection management and outpatient clinics. En EL PAIS 12/03/2020
La Inteligencia Artificial ha penetrado en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, sin embargo, no hemos sido capaces de aprovechar los datos de los móviles para contener la pandemia Vivimos con gran preocupación la segunda gran pandemia de una enfermedad infecciosa del siglo XXI, después de la pandemia de gripe H1N1 en 2009. Cada día, los titulares nos invaden con reportes de nuevos casos, nuevas muertes, nuevas medidas para intentar contener la propagación del virus, curvas exponenciales de crecimiento en el número de casos y de cierre de locales, comercios así como decrecimiento de nuestra economía. Una pandemia son palabras mayores… No puedo sino tener un sentimiento de déjà-vu. Hace siete años comenzaba una charla para WIRED preguntando a los asistentes que pensaban que haría el Gobierno si en ese momento se declarase una pandemia. Era una pregunta retórica para llamar la atención del público antes de compartir un proyecto que hicimos donde analizamos datos agregados y anonimizados de la red de telefonía móvil para medir el impacto que tuvieron las medidas drásticas que tomó el Gobierno de México en su día (similares a las medidas tomadas por otros Gobiernos hoy, como los de Italia o España) para frenar la progresión de la pandemia de gripe A. En ese proyecto, así como en proyectos similares llevados a cabo por otros grupos de investigación, demostramos el valor que tienen los datos agregados de la red de telefonía móvil para ayudarnos a medir la movilidad humana y por tanto ayudarnos a construir modelos epidemiológicos más precisos sobre la propagación de enfermedades infecciosas, como es el Covid-19. Han transcurrido 10 años desde que hicimos ese trabajo y más de una década desde el brote de gripe A. En este periodo de tiempo los smartphones han colonizado el planeta, convirtiéndose en nuestros compañeros inseparables, la Inteligencia Artificial ha penetrado en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida e incluso hemos construido coches sin conductor. Sin embargo, me temo que no hemos sido capaces —una vez más— de aprovechar los móviles y sus datos para ayudarnos a tomar mejores decisiones en el contexto de la pandemia del Covid-19. Por supuesto que el análisis de los datos de los móviles no puede directamente asistir ni compararse con en el trabajo heroico y admirable de los profesionales sanitarios que están trabajando a contrarreloj. Sin embargo, podría ser de gran valor para ayudarnos a planificar mejor los recursos, a entender la afectividad de distintas medidas públicas de contención de la movilidad y a predecir de manera más precisa la propagación de la enfermedad. Sabemos que la movilidad humana es uno de los factores clave que contribuyen a la propagación de las enfermedades infecciosas. Si no nos movemos, contagiando en el proceso a otras personas o contagiándonos nosotros, la enfermedad infecciosa no se propaga. Y precisamente gracias a la ubicuidad de los móviles podemos cuantificar la movilidad humana a gran escala, preservando al mismo tiempo la privacidad de las personas. Además, en análisis de los niveles de actividad en las torres celulares durante un determinado periodo de tiempo nos permite estimar el número de personas en cada una de las áreas de cobertura de las torres celulares, detectando por ejemplo aglomeraciones de personas y potenciales puntos calientes de propagación de la enfermedad. Y aunque estos datos no son perfectos, nos proporcionan información sumamente valiosa que sería inviable captar de otra manera o seria extremadamente costoso. La mayor preocupación que puede suscitar el uso de los datos de móviles es la implicación en la privacidad, especialmente dado el ejemplo de China, donde han utilizado con éxito los móviles para contener la epidemia de Covid-19 pero con serias consecuencias para la privacidad de las personas. Sin embargo, esta preocupación debería ser mínima. Hay numerosos proyectos por parte de distintos equipos académicos que demuestran que pueden analizarse datos de movilidad humana agregada preservando la privacidad. Este tipo de datos suelen analizarse siempre en modo agregado (es decir, agrupando datos de miles de personas, nunca a nivel individual) y pseudo-anonimizado (es decir, eliminando cualquier información personal). El potencial para tener impacto positivo es inmenso. Podemos ayudar a salvar vidas. Podemos contribuir a tomar mejores decisiones, decisiones basadas en la evidencia, que nos permitan encontrar el necesario balance entre la implementación de intervenciones que limitan la movilidad con un gran coste económico asociado y el retraso y disminución del pico de la pandemia. Es momento para aunar esfuerzos, buscar sinergias y compartir visiones. Juntos, tanto instituciones públicas como el sector privado y la sociedad civil, podemos contribuir a ralentizar lo que parece inevitable. Es tiempo ganado para estar más preparados. Todos tenemos móviles. Defendamos su uso para el bien común. Núria Oliver es científica de datos y jefa en Data-Pop Alliance. |
José Manuel Rábade RocaPh.D. Ciudadano crítico. Trabajando e investigando en seguridad, pero ante todo abierto al cambio. Archivos
Noviembre 2023
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