El transporte, el ganado, el cemento y la energía emiten, aproximadamente, 40 mil millones de toneladas de CO2 a la atmósfera cada año. La acumulación y el incremento de las cantidades de CO2 afectarán, dramáticamente, la vida en la tierra. Esta tendencia es claramente insostenible. En el simposio se ha tenido la oportunidad de conocer, de primera mano, las invenciones y soluciones tecnológicas sostenibles desarrolladas por el profesor Ian Hunter, galardonado inventor, científico, emprendedor y profesor del MIT. Estas invenciones disruptivas cambiarán el mundo y mejorarán la humanidad. Acompañaron al profesor Hunter los CEOs de las principales empresas cofundadas por él y creadas a partir de sus investigaciones, inyecciones indoloras sin aguja, sistemas de propulsión en ruedas, automóviles alimentados con energía solar y baterías a base de carbono, entre otras. Cerró la jornada, un alto ejecutivo de Fonterra, el principal exportador de productos lácteos del mundo, quien presentará una solución para eliminar el metano producido por el ganado, una tecnología también inventada por el profesor Hunter, y la Dra. Lynette Jones, quien expondrá un nuevo enfoque de educación en STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Entrevista en ABC a Ian Hunter Este hombre hará que luches contra el cambio climático por placer. Ian Hunter, inventor con 200 patentes y profesor en el MIT, desarrolla tecnologías atractivas para cambiar el mundo.«Odiaba la escuela». Cuando era tan solo un preescolar, el neozelandés Ian Hunter, ahora profesor de Ingeniería Mecánica y director del Laboratorio de Bioinstrumentación en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), prefería quedarse en casa construyendo artefactos que acudir al colegio. Conocedores de los precoces intereses del pequeño, sus padres no le obligaban a ir a clase cada día. Si hacía falta, daban una excusa: una fiebre, un dolor, no se encontraba bien... Y realmente el crío sacó provecho de sus faltas. Fundó su primera compañía con 9 años, a los 10 publicó el primero de su más de medio millar de artículos científicos (sobre una radio miniaturizada de transistor único) y a los 14 construyó un cromatógrafo de gas líquido para análisis químicos. «No era un niño prodigio, solo tuve la suerte de crecer en un hogar donde me dieron la oportunidad de crear cosas con herramientas y componentes electrónicos», asegura el inventor. Hoy es autor de más de 200 patentes y fundador de 25 compañías. Sus ideas son variopintas -incluido un sistema indoloro de inyecciones sin agujas-, pero la mayoría están dirigidas a cambiar el mundo con soluciones sostenibles que, al mismo tiempo, supongan un beneficio para el usuario. Entre ellas, un automóvil solar transformable de bajo coste, un motor en las ruedas o un sistema para eliminar las emisiones de metano de las vacas. Ha explicado en qué consisten durante una jornada celebrada esta semana en la Fundación Ramón Areces en Madrid. –¿Cuál es el secreto de su ingenio? –No lo sé, pero me gusta plantear los problemas. Y siempre me aseguro de que tengo conocimientos sobre distintas disciplinas para poder encontrar una solución. He sido profesor en departamentos de ingeniería mecánica, eléctrica y biomédica, bioingeniería, cirugía, fisiología, psicología y un par mas. –Vaya, no es lo habitual. Nos empeñamos en la especialización. –Sí, el sistema educativo dificulta tener pasión por distintas disciplinas. Por lo general, queremos que los alumnos se concentren en un tema. Eso me preocupa mucho porque los principales problemas de este mundo precisan de distintos conocimientos para poder alcanzar una solución. –Ha ganado numerosos premios como profesor, ¿qué le hace diferente? –Me encanta enseñar. No me gusta dar clases magistrales, por eso tenemos un nuevo sistema en el MIT por el que los alumnos aprenden haciendo en vez de estar sentados escuchando. Es lo mismo que aprender a tocar el violín. Aprendes tocando. –¿Pretende mejorar el mundo con sus inventos? –Me preocupa mucho lo que le estamos haciendo al planeta, así que es cierto que dedico mucho tiempo a desarrollar inventos en ese sentido. Pero tengo que ser sincero: disfruto de inventar. Me da placer. Posiblemente, como les pasa a los artistas cuando se dedican a esculpir o pintar. –¿Cree que la solución del cambio climático pasa por la tecnología? –Desde luego. En vez de amenazar, acosar, multar o poner impuestos a la gente para que adopte un estilo de vida más respetuoso con el medioambiente, prefiero crear tecnologías que sean deseables y atractivas. De esta manera, su comportamiento cambiará por propia iniciativa. –¿Cuáles son sus propuestas? –Tengo dos buenos ejemplos que me hacen ver el futuro de manera muy optimista. El año pasado, los humanos produjeron 40 x 10 elevado a 12 kilos de CO2. De ellos, coches, camiones, autobuses, aviones y equipamiento agrario representan una buena cantidad. Por eso, y este es el primer ejemplo, estamos desarrollando un nuevo tipo de coche eléctrico diez veces más barato que los existentes y con un consumo energético diez veces menor, alimentado a partir de paneles solares que llevan encima. –Pero ya hay coches solares... –Sí, pero si además conseguimos que sean divertidos de conducir y les añadimos comportamientos que ahora los vehículos no tienen, por ejemplo subir escaleras o convertirse en formas muy compactas para poder aparcar, yo creo que la gente sí querrá comprarlos o alquilarlos. No tienes que acosar ni hacer sentir mal a nadie por usar una tecnología, sino crear algo sostenible que quiera. –¿Qué aspecto tendrán esos vehículos? –Hemos hecho unos prototipos muy ligeros y aerodinámicos. De momento alcanzan los 120 km por hora, pero tienen la capacidad de llegar a mucho más. Además, en una de mis empresas, Indigo Technologies, hemos creado un sistema de transferencia de energía inalámbrica, de manera que podemos transferir la energía de un vehículo en movimiento a otro que esté viajando cerca por la carretera. Si yo tengo más energía que la que necesito para llegar a destino, se la doy o se la vendo a alguien a quien le haga falta porque va a viajar a una distancia mayor, por ejemplo. –¿Cuándo saldrán al mercado? –Espero que en un futuro próximo podamos fabricar un vehículo familiar pequeño donde el coste de fabricación sea inferior a 2.000 euros. –Es bajísimo. –Sin lugar a dudas, pero una de las claves para hacer la tecnología deseable es un coste muy bajo. Si el coche nos costara lo mismo que un Tesla, que solo se pueden permitir los ricos, no podríamos conseguir el impacto deseado en cuanto a la reducción de la contaminación en todo el mundo. Necesitamos coches que el ciudadano medio se pueda permitir, incluidos los de los países en desarrollo. –¿Y su segundo ejemplo? –Hay 1.000 millones de coches en el planeta... y 1.500 millones de vacas. La vaca lechera o de carne produce 3.000 kilos de CO2 equivalente al año, tanto como un coche. Si se les marca un impuesto a los agricultores por estas emisiones acabarían sin un duro. Por eso, queremos capturar el metano que producen las vacas y convertirlo en energía eléctrica. –¿Cómo lo harían? –Utilizaríamos la transferencia inalámbrica de energía, a la que ya he hecho referencia, para pasar la energía de la vaca a una batería orgánica desarrollada por nuestra compañía PolyJoule. De este modo, el metano deja de ser un problema y se convierte en una oportunidad económica. De nuevo, un problema que se convierte en solución. –Propone utilizar robots como ayudantes de los ganaderos. -Sí. Estamos desarrollando dos tipos de robots que se utilizarían en explotaciones lácteas donde las vacas son de libre pastoreo. Uno se llama K9 (suena igual que «canine», la palabra inglesa para canino), un robot de cuatro patas del tamaño de un perro de granja, y un robot tractor oruga. Ellos harán tareas de lo más variadas, entre ellas recoger el estiércol. Este proyecto está en curso y trabajamos con Fonterra, una de las mayores empresas lácteas del mundo y la más grande de Nueva Zelanda. –¿Sus inventos le han hecho rico? –He hecho suficiente dinero, así que cuando monto una empresa nueva soy mi propio inversor. No tengo que convencer a los demás para que me den dinero, solo a mí mismo. Los inventos de Hunter. El coche solar: Un vehículo barato, ligero y aerodinámico, «divertido de conducir». Sube escaleras, se transforma para aparcar sin esfuerzos y puede transferir energía a otros. De momento, el prototipo alcanza los 120 km por hora. Motor en las ruedas: Con suspensión activa integrada, promete liberar a los diseñadores de vehículos de las limitaciones de encapsular un tren motriz tradicional y permite un diseño eficiente. Inyecciones sin agujas: El miedo o la ansiedad provocado por las agujas hace que algunos pacientes de enfermedades crónicas como la artritis reumatoide, la esclerosis múltiple o la psoriasis dejen sus tratamientos. Esta plataforma de suministro de medicamentos sin aguja está controlada por ordenador y es fácil de utilizar. Baterías orgánicas: Este nuevo sistema de almacenamiento de energía es barato, no utiliza litio y está desarrollado para la red eléctrica. Responde en microsegundos. Puede elaborarse con carbón, petróleo, gas natural o, llegado el momento, CO2. «No quemes combustibles fósiles, conviértelos en dispositivos de almacenamiento de energía eléctrica», dice Hunter. Granjas sostenibles: Una batería orgánica puede convertir el metano producido por las vacas en energía. Reduce la contaminación y los ganaderos obtienen otra fuente de ingresos. El proyecto está en marcha en la gigantesca cooperativa de nutrición láctea Fonterra, en Nueva Zelanda, propiedad de 10.000 agricultores y sus familias.
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En la VANGUARDIA. Un sistema de computación cuántica desarrollado por Google ha realizado en doscientos segundos una tarea que, según los cálculos de la compañía, le hubiera costado 10.000 años al superordenador más potente del mundo. El avance, presentado hoy online en la revista Nature , es la primera demostración empírica del concepto de supremacía cuántica. Este concepto, predicho por la física teórica, postula que los ordenadores cuánticos serán capaces de realizar tareas que están fuera del alcance de los ordenadores convencionales. Se trata de “un hito en la computación de importancia comparable a los primeros vuelos de los hermanos Wright”, destaca William Oliver, investigador del Instituto de Tecnología de Massachusetts que no ha participado en el proyecto de Google, en un artículo de valoración del trabajo publicado en Nature. Pero al igual que pasaron décadas entre los vuelos de los hermanos Wright y el desarrollo de la aviación comercial, el nuevo sistema de computación cuántica no tendrá aplicaciones prácticas a corto plazo. "Un hito en la computación de importancia comparable a los primeros vuelos de los hermanos Wright” A más largo plazo, las aplicaciones potenciales incluyen –entre muchas otras- el desarrollo de fármacos, la creación de nuevos materiales o la optimización del tráfico. Los ordenadores cuánticos “tendrán un impacto que no podemos prever, pero que será enorme”, predijo el físico Ignacio Cirac, director del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica y pionero de la computación cuántica, en una entrevista con La Vanguardia el año pasado. “No sólo acelerarán muchos cálculos, sino que permitirán realizar cálculos que ahora no son posibles”. La supremacía cuántica se ha demostrado en una tarea de identificación de patrones en una serie de números aparentemente aleatorios, sin ambición de tener utilidad práctica. El equipo de Google ha desarrollado el procesador cuántico Sycamore formado por 54 qubits, o bits cuánticos. A diferencia de los bits clásicos, que pueden optar entre dos valores –cero o uno-, los qubits pueden adoptar ambos valores a la vez gracias a una propiedad cuántica de las partículas llamada superposición. Esto permite aumentar la capacidad de computación de manera exponencial con cada nuevo qubit que se añade al sistema. Sin embargo, los qubits deben mantenerse a temperaturas próximas al cero absoluto, y estar aislados para evitar perturbaciones de otras partículas. Esta dificultad técnica ha limitado hasta ahora el desarrollo de la computación cuántica ya que, cuantos más qubits se intentan añadir a un sistema, más fácil es que pierdan sus propiedades de computación. Utilidad potencial Las aplicaciones posibles incluyen el desarrollo de fármacos y la creación de nuevos materiales. En el caso del procesador Sycamore, uno de los qubits funcionó de manera defectuosa, por lo que el experimento se realizó finalmente con 53 qubits. Estos 53 qubits pueden adoptar unos 10.000 billones de estados cuánticos distintos (o 2 elevado a la potencia 53). Han colaborado con Google en el proyecto trece instituciones científicas de Estados Unidos y Alemania, que incluyen universidades, centros de supercomputación y la NASA. El rendimiento del procesador cuántico Sycamore se comparó con el del superordenador Summit instalado en el Laboratorio Nacional de Oak Ridge en Tennessee. Con una capacidad de 200 billones de operaciones por segundo, Summit es actualmente el superordenador más potente del mundo. Pero fue incapaz de igualar las prestaciones del Sycamore. En un primer test con una muestra de sólo un millón de muestras de números aleatorios, Sycamore necesitó 200 segundos para resolver la prueba. A Summit le bastaron 130, aunque después necesitó cinco horas más para verificar que su resultado era correcto. Pero en cuanto se aumentó la complejidad del test, Sycamore siguió dando resultados en 200 segundos. Un cálculo de cuánto habría que esperar para que Summit llegara al mismo resultado concluyó que le harían falta 10.000 años, y que necesitaría varios millones de años adicionales para completar los tests de verificación. Polémica entre IBM y Google IBM cuestiona que Google haya conseguido la supremacía cuántica El anuncio de Google ha desatado una polémica con la compañía IBM, que construyó el superordenador Summit. IBM asegura que no le harían falta 10.000 años sino sólo dos días y medio para igualar el cálculo de Sycamore. Sigue siendo mucho más de doscientos segundos pero ya no sería un cálculo que quede fuera del alcance de los ordenadores actuales, que es el concepto que se utiliza para definir la supremacía cuántica. Lo que ha conseguido Google es un hito brutal”, señala José Ignacio Latorre, físico de la Universitat de Barcelona (UB) que lidera la iniciativa para construir un ordenador cuántico en Catalunya. “Centrar el debate en la cuestión semántica de si se ha conseguido o no la supremacía cuántica sería un error. Es un avance extraordinario que hace cinco años nadie hubiera predicho”. Se había cuestionado si algún día se podría controlar en la práctica un ordenador cuántico suficientemente grande”, señala William Oliver en su artículo en Nature. Los nuevos resultados demuestran “la viabilidad de la computación cuántica en un espacio computacional excepcionalmente grande”, con un tamaño de por lo menos 10.000 billones de estados cuánticos. Además, “sugiere que los ordenadores cuánticos representan un modelo de computación fundamentalmente distinto del de los ordenadores clásicos”, lo que abre la vía a avances científicos y tecnológicos aún insospechados. |
José Manuel Rábade RocaPh.D. Ciudadano crítico. Trabajando e investigando en seguridad, pero ante todo abierto al cambio. Archivos
Noviembre 2023
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